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<h2><img src="https://images.hive.blog/DQmNkZLk4gigCjXtyxi4UYJ5eNLa4YNkWwGSodKnJixZjbH/image.png" alt="image.png"></h2>
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<h4>El comportamiento de jugar puede dividirse generalmente en tres categorías principales: juego social, locomotor y objetual.</h4>
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<ul><li>El juego social comprende las interacciones de juego entre animales, normalmente entre congéneres juveniles, como las peleas de juego.</li><li>El juego locomotor implica movimientos corporales intensos y sostenidos, como correr y saltar, sin ninguna necesidad aparente de hacerlo.</li><li>El juego objetual (perteneciente o relativo a objetos) se relaciona con objetos inanimados.</li></ul>
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<p>Para investigar el fenómeno del juego entre las especies, se han establecido cinco criterios y según estos criterios, en el primer criterio, el juego se reconoce como un comportamiento que no es totalmente funcional en el contexto en el que se expresa y que, por lo tanto, no da lugar a un resultado obvio, inmediato y adaptativo, es decir, por ejemplo, el comportamiento no debe realizarse para obtener comida, pareja o refugio. El criterio dos refiere a que el juego es voluntario, espontáneo o gratificante en sí mismo, por lo que el comportamiento no debe requerir una asociación con otra recompensa (por ejemplo, comida) para ser realizado.</p>
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<h1>Por lo tanto, se entiende que el juego es un fenómeno placentero que se inicia cuando el animal se encuentra en un estado de relajación.</h1>
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<p>Basados en los criterios anteriores, investigadores utilizaron colonias de abejorros comerciales de la subespecie&nbsp;<em>Bombus terrestris audax</em>, que transfirieron a una caja que sirvió como nido, conectada mediante un túnel hacia un área experimental. El túnel conducía a un camino sin obstáculos en una zona de objetos, en el área experimental, con objetos de colores a los lados del camino que eran nueve bolas móviles a la derecha y nueve bolas inmóviles a la izquierda. El camino también conducía a una zona para alimentarse que contenía una solución de sacarosa y también de polen molido. En la siguiente imagen se aprecia el montaje experimental.</p>
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<img src="https://images.hive.blog/DQmYKbEvKHPqvrea39oSWDp5dGjwVAoNfognx3oxLGfqoaX/Imagen01%20(3).jpg" alt="Imagen01 (3).jpg"/>
<p><a href="https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2022.08.013" target="_blank" rel="noreferrer noopener">Galpayage-Dona&nbsp;<em>et al</em>. (2022)</a>CC BY 4.0.</p>
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<h4>Los investigadores registraron las entradas en las zonas con bolas móviles e inmóviles. Una entrada la definieron como una abeja que cruzaba la barrera desde el camino despejado hacia un área de objetos. Las interacciones con los objetos eran acciones en las que las abejas tocaban una bola con sus antenas y/o patas delanteras.</h4>
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<p>También definieron como rodamiento de la bola cuando una abeja individual estaba encima de una bola y, mientras mantenía el contacto con la bola, la giraba a lo largo del suelo. Además, la cabeza y el eje del cuerpo de la abeja debían estar alineados con la bola durante su aproximación y la acción de rodar la bola debía durar al menos 0,4 segundos. Esto ayudó a garantizar que la acción de rodar la bola fuera "intencionada", es decir, que no fuera un contacto accidental con una bola durante la locomoción habitual de la abeja.</p>
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<p>En la siguiente imagen se aprecia la acción de hacer rodar la bola. En los nueve paneles se muestra la secuencia de la acción de hacer rodar la bola a lo largo de aproximadamente 4 segundos (marcas de tiempo en rojo en la parte superior izquierda de cada panel). La abeja (a) se acerca a la bola de madera de color mientras está de frente a ella, (b) toca la bola con sus patas delanteras, (c) se aferra a la bola utilizando todas sus patas, (d-h) hace rodar la bola más allá de la bola amarilla y (i) finalmente se separa de la bola y la abandona. De esta forma, los investigadores demostraron que un comportamiento aparentemente carente de función, el rodamiento de bolas, por parte de un insecto cumple los criterios del juego animal.</p>
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<img src="https://images.hive.blog/DQmTVEDm1L1maFttBwaxwPKSh3EFw3XwQY5dw6JDPmpp99T/Imagen02%20(3).jpg" alt="Imagen02 (3).jpg"/>
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<p><a href="https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2022.08.013" target="_blank" rel="noreferrer noopener">Galpayage-Dona&nbsp;<em>et al</em>. (2022)</a>CC BY 4.0.</p>
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<p>Cabe destacar que además, en experimentos adicionales, por primera vez en un invertebrado encontraron diferencias de edad y sexo en el rodamiento de bolas por parte de los abejorros: las abejas más jóvenes rodaron más bolas que las mayores y los machos rodaron bolas individuales durante más tiempo que las hembras.</p>
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<h3>Estos resultados contribuyen a la cuestión de la sintiencia, o capacidad de sentir, en los insectos y apoyan la existencia de estados afectivos positivos en estos animales. La subespecie estudiada es similar a la especie&nbsp;<em>Bombus terrestris</em>&nbsp;de la siguiente imagen.</h3>
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<img src="https://images.hive.blog/DQmcYnVcb5D3yts8S3kk1i4jsVzjEQsShSfCbbnexhgXvF3/Imagen03%20(3).jpg" alt="Imagen03 (3).jpg"/>
<p><a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bombus_terrestris_queen_face_HC1.jpg" target="_blank" rel="noreferrer noopener">Holger Casselmann</a>CC BY-SA 3.0</p>
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<h4>Referencia Bibliográfica</h4>
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<p>Galpayage-Dona, H. S.; Solvi, C.; Kowalewska, A.; Mäkelä, K.; MaBouDi, H. &amp; Chittka, L. 2022. Do bumble bees play? Animal Behaviour. In Press, Corrected Proof.<br><a href="https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2022.08.013" target="_blank" rel="noreferrer noopener">https://doi.org/10.1016/j.anbehav.2022.08.013</a></p>
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