Ruanda: un paso atrás en el desarrollo de la humanidad (Es-En)
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0.000 HBDRuanda: un paso atrás en el desarrollo de la humanidad (Es-En)
**Hola amigos de @GEMS** Hay pasajes que no deben repetirse, y escenas filmicas que solo deben verse una vez, pero acudo a **Hotel Ruanda** porque esta historia no se puede olvidar. Volví a ella porque vi a jovenes bailarines ruandeces, cultivando el arte en aparente armonía, mientras las familian llevan cicatrices por la perdida de sus familias hace 40 años.  En 1994, el mundo fue testigo de uno de los genocidios más brutales de la historia moderna: el exterminio sistemático de casi un millón de *tutsis* a manos de extremistas *hutus* en Ruanda. Este episodio de violencia desmedida, ignorado durante semanas por la comunidad internacional, quedó plasmado en la película *Hotel Ruanda*, del 2004, dirigida por Terry George. En el inicio de *Hotel Ruanda*, Paul Rusesabagina (Don Cheadle), gerente del hotel, muestra su astucia al obsequiar un costoso tabaco Cohiba a un militar *hutu*. Este gesto, valorado más que dinero, refleja su habilidad para negociar y ganar favores en un entorno corrupto y peligroso . La escena subraya su carácter pragmático y su uso de conexiones para proteger a otros. El tabaco, traído de Cuba, simboliza lujo y es una herramienta clave para Paul en un sistema donde el soborno y las relaciones determinan la supervivencia. A través de la historia real de Paul Rusesabagina, un gerente de hotel hutu que arriesgó su vida para salvar a más de mil refugiados, el filme no solo expone la crueldad del genocidio, sino también los destellos de humanidad que persisten incluso en los momentos más oscuros. Desde sus primeras escenas, *Hotel Ruanda* establece un contraste perturbador, la vida cotidiana en Kigali, con sus calles bulliciosas y su aparente normalidad, se desmorona ante el avance de las milicias Interahamwe. Las emisoras de radio, que incitan al odio con consignas como "corten los árboles altos" (en referencia a los tutsis), evidencian cómo la propaganda alimentó la masacre. La película no muestra el derramamiento de sangre de manera explícita, pero la tensión es palpable: los machetes afilados, los gritos en la noche y la mirada de terror de quienes saben que nadie vendrá a salvarlos. Lo más escalofriante, quizás, es la indiferencia internacional. Cuando el personaje de Joaquim Phoenix, un periodista extranjero, le muestra a Paul las imágenes de las matanzas y le dice: "La gente verá esto, dirán '¡qué horrible!' y seguirán comiendo su cena", la película condensa la impotencia de un pueblo abandonado. La retirada de las tropas de la ONU, reducidas a meros espectadores, subraya la crudeza de un sistema político que prioriza intereses sobre vidas humanas. En este infierno, Paul Rusesabagina, interpretado con profundidad por Don Cheadle, emerge como un héroe accidental. No es un militar ni un político, sino un hombre común que usa su astucia, su capacidad de negociación y su empatía para proteger a los perseguidos. El Hotel Milles Collines, un lugar que antes albergaba a extranjeros y élites, se convierte en un frágil refugio donde la dignidad se mantiene a duras penas. Las escenas en las que Paul soborna a oficiales, convence a milicianos o implora ayuda por teléfono a contactos internacionales revelan la precariedad de la esperanza.      <sub>Fotogramas del filme</sub> Pero la grandeza de *Hotel Ruanda* no está solo en su denuncia, sino en su capacidad para mostrar la resistencia moral. La relación de Paul con su esposa tutsi, Tatiana (Sophie Okonedo), simboliza la posibilidad de unidad en un país fracturado por el odio étnico. Pequeños gestos, como cuando los refugiados cantan juntos para evitar ser descubiertos, son destellos de luz en la oscuridad. El genocidio de Ruanda (1994) surgió de divisiones étnicas exacerbadas por discursos de odio. Hoy el conflicto es otro, el conflicto Israel-Irán, de raíz geopolítica y religiosa. En Ruanda, la comunidad internacional ignoró la masacre; hoy, aunque el mundo observa el enfrentamiento israelí-iraní, las potencias priorizan intereses estratégicos sobre la paz. Ambos casos muestran cómo la deshumanización del enemigo alimenta la violencia, pero a diferencia de Ruanda, donde el odio fue interno, aquí hay un componente externo: Irán apoya grupos como Hamas, e Israel responde con fuerza militar. La lección es clara, sin diálogo, el ciclo de violencia persiste. A casi treinta años del genocidio, *Hotel Ruanda* sigue siendo un espejo incómodo. Nos recuerda que el horror no surge de la nada: se construye con discursos de odio, con silencios cómplices y con la deshumanización del "otro". Pero también nos muestra que, incluso en las circunstancias más adversas, la compasión puede ser un acto de rebelión. En la película *Hotel Ruanda*, hay una escena impactante donde milicianos *hutus* atacan a una mujer tutsi embarazada y le abren el vientre con un machete. Esta brutalidad simboliza la crueldad del genocidio de 1994. Paul Rusesabagina (interpretado por Don Cheadle) presencia horrorizado la violencia, reforzando su determinación por salvar a los refugiados en el Hotel Mille Collines. La escena refleja el extremo odio racial y la deshumanización durante el conflicto . La película no ofrece un final feliz: Ruanda quedó marcada para siempre, y Paul, como muchos supervivientes, carga con las cicatrices de lo vivido. *Hotel Ruanda* nos grita que la indiferencia sigue siendo cómplice. Y que, frente a ella, la única respuesta ética es la acción. https://youtu.be/-6MtH6bUuP0?si=wdmg8Xy1Nptjt_bV  <sub>Gracias por visitar mi blog. Soy crítica de arte, investigadora social y amante de la cocina. Te invito a conocer más de mí, de mi país y de mis letras. Texto de mi propiedad. Graficado con fotogramas del trailler.</sub> *** ***  ***  **Hotel Rwanda: When Humanity Forgets Itself**  **Hello friends of @GEMS** There are stories that should never be repeated, and cinematic scenes that should only be viewed once. Yet I return to *Hotel Rwanda* because this history must never be forgotten. I was reminded of it recently while watching young Rwandan dancers cultivating art in apparent harmony, even as their families still bear scars from losing loved ones forty years ago. In 1994, the world witnessed one of modern history's most brutal genocides: the systematic extermination of nearly one million Tutsis by Hutu extremists in Rwanda. This eruption of violence, ignored for weeks by the international community, was powerfully captured in the 2004 film *Hotel Rwanda* directed by Terry George. The film opens with hotel manager Paul Rusesabagina (Don Cheadle) shrewdly gifting an expensive Cuban Cohiba cigar to a Hutu military officer. This gesture—more valuable than money in this context—reveals his skill at negotiating within a corrupt system. That Cuban cigar becomes a symbol of both luxury and survival, a tool Paul uses repeatedly to protect others. *Hotel Rwanda* establishes a chilling contrast between Kigali's initially normal streets and the creeping horror as Interahamwe militias advance. Hate radio broadcasts urging people to "cut down the tall trees" (a coded call to kill Tutsis) demonstrate how propaganda fueled the massacre. While the film doesn't show explicit violence, the terror is palpable—in the glint of machetes, nighttime screams, and the crushing realization that no help is coming. Perhaps most horrifying is the world's indifference. When journalist Joaquin Phoenix's character shows Paul footage of the killings, he remarks: "People will see this, say 'how horrible,' and go back to eating their dinners." This line encapsulates the genocide's essential tragedy—not just the violence itself, but the global community's passive complicity. Even UN peacekeepers withdraw, reduced to helpless spectators. Against this hellscape, Paul emerges as an accidental hero. No soldier or politician, just a pragmatic man using his wits and connections to shelter over 1,200 refugees in the Hôtel des Mille Collines. Every negotiated bribe, every desperate phone call to international contacts becomes a fragile thread of hope.      <sub>Film stills</sub> The film's power lies not just in its indictment, but in showing moral resistance. Paul's marriage to Tutsi wife Tatiana (Sophie Okonedo) symbolizes unity in an ethnically fractured nation. Moments like refugees singing together to avoid detection become luminous acts of defiance. One harrowing scene epitomizes the genocide's cruelty: Hutu militiamen attack a pregnant Tutsi woman, slashing her belly with machetes. Paul witnesses this atrocity, cementing his resolve to protect the hotel's refugees. This brutality exemplifies the dehumanization at the genocide's core. Today, as new conflicts like Israel-Iran tensions dominate headlines, *Hotel Rwanda* remains a vital mirror. Both cases reveal how dehumanizing rhetoric enables violence, though with different dynamics—where Rwanda's hatred was internally fueled, today's Middle East conflict involves external actors and geopolitical agendas. The lesson endures: without dialogue, violence becomes cyclical. Thirty years later, the film still screams its warning: horror doesn't emerge from nothing. It's built through hate speech, complicit silence, and the systematic erosion of empathy. Yet even in darkness, compassion persists as the ultimate act of rebellion. https://youtu.be/-6MtH6bUuP0?si=wdmg8Xy1Nptjt_bV  <sub>Thank you for visiting my blog. I'm an art critic, social researcher, and culinary enthusiast. Explore more of my writing about my country and perspectives. Text and curation by me. Graphics from film trailer.</sub> *** ***  ***
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