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In the darkness of the night, under the moonlight, Louise walks through the streets of Campoma after her husband's funeral. Before his death, he had requested that he be buried in the cemetery of that city in eastern Venezuela. She cannot hold back her tears and silently mourns the loss of her husband.

The next morning, he left for the city of Maturín, in the state of Monagas, while the car moved forward with three other passengers. Louise was absorbed in her thoughts:

"My God! How am I going to live without Bruno, who painted his oil paintings and with that we covered our basic needs? How am I going to pay the rent for the apartment where I live?". The vehicle distracted her from her thoughts when the driver stopped near a cafe so as not to annihilate  a dog walking slowly along the road. At that stop, the driver told them:

"Can you go to the bathroom and the cafe? After that, there will be no more stops." Following the driver's instructions, they all obeyed. Soon they resumed their journey. After a drive of approximately two hours, they arrived at the passenger terminal, where Louis lives, a few kilometers away.

Upon arriving at the apartment where Louise lived, she felt a chill invade her entire body and began to cry. Her eyes flooded with tears, like the waterfalls of Angel Falls. She cried until her pain was quelled. She asked God to help her get used to her husband's absence.

After a month, this young woman tall, elegant, beautiful, kind, with hair as black as coal mines, jet-black eyes, and cinnamon-colored skin—overcame that pain and began working from home, cleaning houses in other neighborhoods that were very far from her residence. She had to walk several kilometers to complete these tasks. While doing these tasks, she sang.

After six months, there was a knock at her door. When she opened it, a young man said:

“I'm a real estate agent. You haven't paid the rent for this apartment for two months.” “Here's a letter, please sign it.”

Upon opening the letter, she read: “If you don't cancel the rent for these months within three days, you will have to face the consequences.”

The next day, very worried, she went to the real estate agency and spoke to the manager: “Could you give me 15 days to cancel?” Without a hint of humility, the manager said: “If you don't cancel within the stipulated time, we will consider you a hostage until you cancel.” In a voice muffled by the pain she felt, Louise replied: “Please give me the extension I suggested.” Very annoyed, the manager rebuts: “There is no more extension, vacate my office!”.

Louise  left the office defeated , and headed home, not knowing what to do. Two days later, there was a knock on her apartment door. When she opened it, she saw two men holding a toolbox.

Her hands were shaking, like the leaves of a tree during a typhoon. Her eyes opened as wide as an owl's; her face was filled with a yellowish pallor, similar to that of peeled celery. Stammering, she asked, "Who... are you?", they replied:

 "We're from the real estate agency. Since you didn't fulfill the agreed-upon contract, we came to change the lock on the front door." The young man inhaled, then exhaled, and continued:

"As soon as we're done, you'll become a hostage of the real estate agency and won't be able to leave or enter until you pay off the debt," Louise, terrified with fear, began to cry and scream:

"I don't know anyone in this city. I'm from Colombia. I came here when I was 15. I met Bruno, who was a painter, and we loved each other for 20 years. I spent the money I had last week on his funeral," the young men added.

"Ma'am, we've received our orders. We're done!" They pulled the door, locked it, and left. Louise was lost in thought:

“Oh, how do I solve this problem?, I don't have any food in the pantry! I don't know anyone in this building!, If I scream, I'll disturb them!”. Her head, filled with so many unanswered thoughts, seemed like a whirlwind in a storm.

From thinking so much, she grew tired, and fell asleep the next morning. All she drank was water, and four weeks went by like this. Soon she began to scream, the neighbors complained, the fire department was called, the door was opened, and she was rushed to the hospital. First aid was given, she was hydrated for four days, and soon afterward she was released.

Louise had nowhere to live, no family to turn to. She wandered the streets until she reached the market. She was hungry and sleepy. She took food from a garbage bin and satiated her hunger with great appetite. She took some cardboard boxes, threw them on the ground, and slept soundly.

A few days later, she lost her memory and fell into a state of madness. Thirty years have passed, Louise has aged, and she still wanders the streets of Maturín singing this song:

Where is my Bruno, my great love?

He went far away and left me.

My poor love, he didn't say goodbye!

Today I called you, and the word vanished.

Traillalalalaaaa. Traillalalalaaaa... Traillalalalaaaa



<center>![](https://images.ecency.com/DQmb18qu1gwCKHD9PX5jUkFn1Wta9Y8SWUKiRNdJGKDgxck/image.png)</center>

https://pixabay.com/es/photos/mujer-para-caminar-calle-solo-ni%C3%B1a-5630886/

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ESPAÑOL


Mientras estuvo como rehén, perdió la memoria y sufrió demencia.

En la oscuridad de la noche, bajo la luz de la luna, Louise camina por las calles de Campoma tras el funeral de su esposo. Antes de morir, él había solicitado ser enterrado en el cementerio de esa ciudad del oriente venezolano. Ella no puede contener las lágrimas y lamenta en silencio la pérdida de su esposo.

A la mañana siguiente, partió a la ciudad de Maturín, en el estado Monagas, mientras el automóvil se desplazaba con tres pasajeros más. Louise, estaba absorta en sus pensamientos:

“Dios mío ahora, ¿cómo voy a hacer, sin Bruno, que pintaba sus cuadros al óleo y con eso cubrimos nuestras necesidades básicas, ¿cómo haré ahora   para pagar el arriendo del Departamento donde vivo?”, el vehículo la distrajo de sus pensamientos cuando el chofer frena el auto cerca de un cafetín,  para no  estropear a un perro que camina pausadamente por la carretera? En esa estación el conductor del vehículo agregó:

“¡Pueden ir al baño y al cafetín, después no habrá más parada”, siguiendo las instrucciones del chofer, todos obedecieron. Al poco tiempo reanudaron su marcha. En un trayecto aproximadamente de dos horas llegaron todos al terminal de pasajeros, donde Louis reside, a pocos km de allí.

Al llegar al apartamento donde vive, Louise, sintió un escalofrío que invadió todo su cuerpo y comenzó a llorar. Sus ojos se inundaron de lágrimas en abundancia similares a las cataratas del Salto Ángel, lloró tanto hasta saciar su dolor.  Le pidió a Dios que la ayudará a acostumbrarse a la ausencia de su marido.

Después de un mes, esta joven mujer, alta, elegante, hermosa, amable, de cabellos negros como las minas de carbón, ojos negros como el azabache y piel canela. Superó ese dolor y se incorporó a trabajar a domicilio realizando limpieza a casas de otras urbanizaciones que quedaban muy distantes de su residencia. Tenía que caminar varios kilómetros para cumplir con esas tareas. Mientras realizaba esas labores, cantaba.

Después de seis meses llamaron a su puerta, cuando abrió, un joven le dijo: 

“” Soy representante de la inmobiliaria, usted tiene dos meses que no paga el arriendo de este departamento.“”  "Aquí tiene un oficio, por favor, firme de recibido.“”"

  Al abrir el oficio, lo leyó: “Si usted en tres días no cancela, el arriendo correspondiente a estos meses, tendrá que atenerse a las consecuencias.”

Al día siguiente, muy preocupada, acudió a la Inmobiliaria y habló con la gerente: “¿Usted podría darme un lapso de 15 días para cancelar?”, sin una chispa de humildad, la gerente le dijo: “Si usted no cancela en el tiempo estipulado, la consideraremos  como rehén hasta que cancele”, con una voz muy opacada, por el dolor que sentía, Louise replicó: “Por favor, deme la prórroga que le sugerí”. Muy molesta, la gerente refuta: ¡No hay más prórroga, desocupe mi oficina!“”

Louise salió de la oficina derrotada, y se dirigió a casa, sin saber qué hacer. Dos días después, llamaron a la puerta de su apartamento. Al abrir, vio a dos hombres con una caja de herramientas.

Le temblaban las manos, como las hojas de un árbol durante un tifón. Abrió los ojos como un búho; su rostro estaba teñido de una palidez amarillenta, similar a la del apio pelado. Tartamudeando, preguntó: "¿Quiénes... son ustedes?", respondieron:

"Somos de la inmobiliaria. Como no cumplieron con el contrato acordado, vinimos a cambiar la cerradura de la puerta principal". El joven respiró hondo, luego exhaló y continuó:

“En cuanto terminemos, usted se convertirá en una rehén de la Inmobiliaria y no podrá salir ni entrar, hasta tanto cancele la deuda”, Louise aterrorizada de miedo, comienza a llorar y a gritar:

“¡Yo no conozco a nadie en esta ciudad, soy de Colombia, me vine de 15 años, conocí a Bruno, quien era pintor y nos amamos durante 20 años, el dinero que tenía lo gasté la semana pasada en su funeral”, ¡los jóvenes acotaron!:

 "¡Señora, nosotros recibimos órdenes, ya  concluimos!", hallaron la puerta, le pasaron llave a la cerradura y se marcharon, Louise quedó sumida en sus pensamientos:

¡Ay, cómo resuelvo este problema!?; ¡no tengo alimentos  en la despensa! ¡,no conozco a nadie en este edificio!,  ¡Si grito, los molestaré!". Su cabeza, llena de pensamientos sin respuesta, parecía un torbellino en medio de una tormenta.

De tanto pensar, se cansó y se quedó dormida a la mañana siguiente. Solo bebió agua, y así pasaron cuatro semanas. Pronto empezó a gritar, los vecinos se quejaron, llamaron a los bomberos, abrieron la puerta y la llevaron de urgencia al hospital. Le dieron primeros auxilios, la hidrataron durante cuatro días y poco después le dieron el alta.

Louise no tenía dónde vivir ni familia a la que recurrir. Vagó por las calles hasta llegar al mercado. Tenía hambre y sueño. Tomó comida de un cubo de basura y sació su hambre con gran apetito. Tomó unas cajas de cartón, las tiró al suelo y durmió profundamente.

Unos días después, perdió la memoria y cayó en un estado de locura. Han pasado treinta años, Louise ha envejecido y aún deambula por las calles de Maturín cantando esta canción:

¿Dónde está mi Bruno, mi gran amor?

Se fue lejos y me dejó.

¡Pobrecito, mi amor, no se despidió!

Hoy te llamé, y la palabra se desvaneció.

Traillalalalaaaa. Traillalalalaaaa... Traillalalalaaaa-








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